CAMIÓN va, camión viene. Y ambos dejan a su paso una estela de polvo que lentamente vuelve a posarse sobre la travesía de Yesa, a la espera del siguiente. El tráfico es constante, también de todoterrenos con personal de obra, y de fondo suena repetitiva y molesta una taladradora que fragmenta el pavimento de una calle cercana. En este contexto, un resignado Tomás Villanueva Eseverri, vecino de 59 años, tomaba ayer un aperitivo en la terraza del Hostal Arangoiti con unos amigos. "Sólo queda aguantar", decía.
Villanueva es uno de los 256 habitantes de Yesa, localidad que en los últimos meses ha sido literalmente invadida por las obras y sus consecuencias de polvo, barro y ruido. A un lado tienen las del recrecimiento del embalse. A otro, las de la Autovía a Jaca A-21, que pasa a apenas 300 m del pueblo. Además, se está construyendo un albergue de peregrinos, y se renueva una calle que parte del centro de la localidad y llega hasta las oficinas del embalse. En fechas recientes, también se han acometido mejoras en caminos hacia la zona de regadío y a la sierra de Leyre, se amplió la potabilizadora de la comarca, y se trasladaron tendidos eléctricos.
"Nos ha coincidido todo de golpe, y lo que más está afectando a la vida diaria en el pueblo es el polvo que desprenden los camiones de obra, sobre todo de la autovía, que pasan por la travesía cada minuto", apuntaba Tomás Villanueva. "Lo notamos mucho en casa, en cristales y muebles, y en los coches. Yo, por ejemplo, no pienso volver a lavarlo hasta que acaben los trabajos", dijo.
A pocos metros de esta terraza, y a las puertas de su casa sita a pie de travesía, José Mª Taboada Beorlegui, de 79 años, miraba su pequeño huerto. "El año pasado se me fastidiaron los tomates por el polvo", recordó.
Aseguró que los responsables de las obras "suelen echar agua por la carretera para evitar que se levante polvo, pero luego se seca y vuelve a salir". "Menos mal que desde que abrieron el túnel pasan menos camiones", recalcó. Y afirmó que el ruido no le afecta: "Duermo 12 horas de un tirón".
Más trabajo
En el Restaurante Yamaguchi, próximo a la travesía, las obras se traducen en más trabajo. Se sirven más comidas por los operarios, pero también hay que emplearse más en limpiar el local, sobre todo la terraza. "Si no llueve hay polvo y, si llueve, barro. Estamos todo el día con el trapo y la escoba", afirmó Anabel Latorre Beaumont, empleada de 54 años. "Además, no podemos tener nada abierto", dijo. "Nos han caído todas las obras de golpe. A ver si acaban algún día y el pueblo descansa", añadió.
Por su parte, Eugenio Zalba Abad, alguacil de 51 años, observaba cansado la suciedad de su coche. "Lo limpié la semana pasada, pero de poco sirve con tanto camión y polvo. Lo que más se manchan son los bajos". No obstante, matizó: "Son cosas que implican las obras, y por las que hay que pasar para llegar a algo mejor".
Otros problemas
El alcalde de Yesa, José Antonio Aquerreta, repasó que llevan "año y pico" soportando las consecuencias de todas estas obras acometidas "de golpe". "Han generado algunos problemas más, como inundaciones puntuales por el desvío de barrancos, y eso habrá que mirarlo", dijo. Apuntó que "se podría trabajar más con las barredoras para tener limpio el pueblo", y remarcó que "en algunos días ha sido peligroso andar por la carretera, pues el barro tapaba las rayas".
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